Dentro de estos tres vehículos budistas resulta posible hacer una diferenciación adicional: las enseñanzas enmarcadas en el ciclo del sutra pertemecen al hinayana y al mahayana, mientras que las enseñanzas enmarcadas en el tantra (externos e internos) pertenecen al vajrayana. Sutra y tantra no se refiere solamenete a un diferente tipo de lectura sino, más concretamente, a diferentes ciclos de difusión de la doctrina budista, a perspectivas específicas de la realidad y a métodos meditativos plenamente diferenciados. La traducción tibetana de la palabra sutra (mdo) tiene el sentido de “confluencia” o “acumulación”. Sus enseñanzas se denominan vehículos de la causa, porque intruyen precisamente en el sentido de que la acumulación de buenas acciones y de sabiduria es la causa que produce la iluminación. Es por esto que predica la renuncia a las acciones negativas, el atesoramiento de un gran numero de acciones positivas, el ejercitamiento en el cultivo de la sabiduria y de la vacuidad de existencia independiente de sujeto y objeto. Todo esto implica un largo periódo de tiempo antes de poder arribar a la iluminación. Los sutras, por lo general, introducen prácticas que atañen a la dimención relativa de la forma como, por ejemplo, el ejercicio de la concentración mental, la erradicación de los estados mentales negativos y el cultivo de los estados positivos como el amor, la ecuanimidad, etc., y sólo, posteriormente, abordan la dimención absoluta de la vacuidad, buscando establecer, por medio de un análisis gradual, la no existencia absoluta del yo (sujeto) y de todos los fenómenos (objeto).
La traducción tibetana de la palabra tantra (rgyud) quiere decir “continuidad”, acepción que hace referencia a la inseparabilidad de samsara y nirvana, de la dimención relativa de la forma y de la dimención absoluta de la vacuidad. Sus enseñanzas se denominan vehículos resultantes o del efecto porque, a diferencia del sutra, insisten en que no se trata de renunciar a las acciones negativas ni de acumular acciones positivas sino más bien, de desvelar la ilumianción innata que ya está ahí a cada momento. Insiste también en que no se trata de ejercitar el cultivo de la sabiduria, sino de aprovechar cualquier circunstancia externa o interna para intenar percibir cuál es la verdadera naturaleza de las cosas, lo cual, de lograrlo, es la sabiduria en sí. Insiste también, en que no se trata de ejercitar el cultivo de la vacuidad, sino de establecerse desde el principio mismo en la visión plenamente abierta de la vacuidad. Por supuesto que, para lograr una visión inmediata y plenamente abierta de la vacuidad, se necesita primero contar con una perspectiva correcta de la vacuidad. Esto sólo se hace posible, en el ámbito del vajrayana, con algún tipo de transmición iniciática, como ocurre en la mayoría de los tantras, o de la introducción directa a la verdadera naturaleza de la mente por parte de un maestro cualificado.
Otra de las características de los vehículos resultantes o del efecto, es que no consideran la iluminación como algo diferente del sendero y de la misma práctica, de la práctica y el resultado, del sendero y la meta, sino que considera ambas cosas como la manifestación de nuestra iluminación original.
Fuente: Diccionario de la Sabiduría Oriental, Paidós.
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